En nuestra búsqueda constante de métodos para mejorar nuestra salud y bienestar, a menudo pasamos por alto una herramienta poderosa y subestimada: la risa.

Beneficios de la terapia de la risa

Ya disponemos de una interesante revisión sistemática y un metaanálisis llevado a cabo por C. Natalie van der Wal y Robin N. que han arrojado luz sobre los beneficios de la terapia de la risa. Sus hallazgos revelan que la risa, ya sea espontánea o simulada (no humorística), puede tener un impacto positivo en nuestra salud mental, aliviando la depresión, reduciendo el estrés percibido, y mejorando nuestro estado de ánimo general (Van der Wal & Kok, 2020). Su revisión sistemática ha incluido estudios de intervención, terapias de una sola sesión, estudios de laboratorio y revisiones narrativas para proporcionar una visión general del campo. El metaanálisis se ha realizado con ensayos clínicos aleatorizados y estudios cuasi experimentales que evaluaron terapias de risa o humor de varias sesiones en comparación con un grupo de control, realizadas en personas de cualquier edad, sanas o con trastornos mentales o físicos.

Lo más fascinante es que la risa no solo nos hace sentir bien en el momento, sino que también puede tener efectos duraderos en nuestra salud. Y se ha encontrado que la risa simulada, en particular, puede tener un impacto notable en la ansiedad y la depresión, lo que la convierte en una opción prometedora como tratamiento combinado.

Potencial social y contagioso

Pero más allá de sus beneficios individuales, la terapia de la risa también tiene el potencial de fortalecer nuestras conexiones sociales. La risa, después de todo, es contagiosa, y compartir momentos de risa puede unir a las personas y fortalecer los lazos comunitarios. Aunque en el extremo del espectro, puede convertirse en una enfermedad contagiosa. La notificación sobre la epidemia de risa y llanto de 1962 de Tanganyika sigue siendo un recordatorio inquietante de la capacidad humana para el contagio emocional. Una misteriosa epidemia que sacudió la tranquila vida de una comunidad de la actual Tanzania en África oriental. Comenzó en una escuela de niñas, donde episodios de risa se propagaron como un fuego incontrolable. Desde el cierre de la escuela hasta la expansión a otras áreas, el caos reinó durante seis meses. Los informes detallan cómo el comportamiento de los afectados se volvía errático, con episodios de risa y llanto que se alternaban sin previo aviso (Rankin & Philip, 1963) y se expandía a varias aldeas, persistiendo los síntomas. Aunque no hubo víctimas mortales, el impacto en la vida diaria fue significativo. La educación se vio interrumpida, y el miedo se extendió entre las comunidades afectadas.

Una herramienta poderosa

Así pues, este potencial contagio, nos demuestra que la risa es una herramienta poderosa. Quizá sea hora de que reconozcamos el potencial de la risa como una herramienta terapéutica legítima y accesible a la que tomarse en serio. Según los estudios referidos, la terapia de la risa parece subestimada y poco utilizada en muchos entornos de salud. La risa es una forma natural y efectiva de mejorar nuestra salud y bienestar, además desde el punto de vista de la gestión es una herramienta económica y de bajo coste que beneficia a una amplia gama de poblaciones. Eso sí, no exenta de efectos secundarios cuando la dosis es excesiva, y con la que no debemos dejar de considerar su capacidad de contagio en el entorno del individuo.

En resumen, la terapia de la risa no solo es una forma natural y efectiva de mejorar la salud, sino que también puede ser accesible para diferentes grupos de personas. Es importante tener en cuenta que su uso debe ser prudente y supervisado por profesionales capacitados en el tema.

 

Referencias:

Van der Wal, C. N., & Kok, R. N. (2020). Laughter therapy: A systematic review and meta-analysis. Journal of Happiness Studies, 21(3), 1021-1047.

Rankin, A. M., & Philip, P. J. (1963). An epidemic of laughing in the Bukoba district of Tanganyika. The Central African journal of medicine, 9, 167–170.

 

Artículo redactado por: Juan de Dios Molina Martín
Psiquiatra Hospital, 12 de octubre. Madrid

¡Comparte!